Noches de infarto en Sonora

La apertura de la Sala Sonora en Astrabudua ha supuesto una agradable y refrescante novedad en el panorama nocturno de Bilbao y alrededores. Aporta una opción musical que no estaba disponible hasta ahora.

Sin embargo, y por desgracia, hoy no escribo para cantar sus virtudes. Hoy Sonora está en boca de todos pero por lo que no debería. He leído bastantes comentarios en twitter y me gustaría contar las cosas tal y como las vi, complementadas con las historias que me contó gente que también estuvo allí y que me parecen más que creíbles.

Comencemos por la cola que hay que hacer para entrar. Es larga y tortuosa, parece que no se mueve apenas. En ella que espera tanto la gente que tiene entrada como la que aún no la ha comprado. Realmente esta parte es la de menos.

Cuando por fin logramos entrar y desistimos de dejar las cosas en el guardarropa, fuimos a la sala que más nos gustaba ese día: el Bar. En ella pinchaban Penny Lane y Glezz. Empezamos a notar que había más gente de la que era habitual. Ir a los baños o a pedir se convertía en una auténtica odisea. Más tarde un par de personas me dirían que esa anormal afluencia de gente se debía a que algún listo aprovechó que alguien salía por la salida de emergencia del Bar para entrar. Cuando digo algún listo me refiero a una horda de “listos”, entre los cuales muy seguramente había gente que no tenía entrada.

Con esto en mente, no dejaron entrar a nadie más para no superar el aforo. Aquellos que querían salir podían hacerlo, pero eran informados de que no iban a poder entrar de nuevo. Yo lo intenté y un miembro del personal de seguridad me dijo que podía salir pero que no me iban a dejar entrar de nuevo, así que, acertadamente, decidí quedarme dentro.

Pero claro, fuera se quedó un montón de gente, borracha, todo sea dicho. Entre éstos que quedaron fuera estaban aquellos que salieron y no les dejaban entrar, mucha gente que tenía entrada comprada y que aún no había entrado y también mucha gente que no había comprado la entrada aún.

Bajo estas circunstancias, la masa se enfureció y comenzó a tirar piedras y botellas contra la discoteca. Motivo por el cual el personal de Sonora bajó la persiana y llamó a la policía. Mientras tanto, dentro de Sonora nos enterábamos por medio de mensajes que nos enviaban conocidos que estaban fuera de lo que estaba ocurriendo en el exterior.

Sobre las 4:30 se encendieron las luces de la sala y se indicó a las DJs que cortarán la música. Se iba a proceder a desalojar la sala pero esperamos hasta las 5 para salir, con la esperanza de que fuera las cosas se hubiesen calmado. Al salir nos encontramos con una patrulla de policía municipal, tres patrullas de la Ertzaintza y una furgoneta de la Brigada Móvil, los agentes de esta unidad estaban fuera del vehículo, de pie, viendo lo que pasaba. Por la megafonía de uno de los coches patrulla uno de los agentes nos invitaba a abandonar la zona ya que no se nos iba a permitir acceder de nuevo a la discoteca. Una invitación muy sencilla de hacer cuando son las 5 de la mañana y el primer metro con dirección Bilbao no pasaría hasta hora y media después. Así se lo indique al agente, que con educación me respondió que lo sentía pero no había otra opción y que donde estábamos no íbamos a poder hacer nada.

Unos minutos después, otro agente por megafonía dijo que se disponían a desalojar la zona. Ese comunicado unido a la presencia de los Beltzas me hizo ver que ese no iba a ser el mejor lugar para esperar al metro, sobre todo teniendo en cuenta que los ánimos de la gente estaban un poco exaltados. Al marcharnos vimos llegar cuatro furgonetas más de la policía autonómica, supuse que serían más furgonetas de la Brigada Móvil.

Esperamos hasta la hora de coger el metro, que al ser el primero estaba hasta la bandera. A pesar de haber pasado hora y media desde que abandonamos Sonora, se encontraba repleto de gente que aún estaba muy pasada y que al entrar el convoy en la estación comenzó a golpear los cristales del suburbano. El guardia de seguridad pilló a dos de esos chicos por banda y tiró de ellos hacia el interior del andén. Eso a los chicos no les hizo gracia y se pusieron violentos. El guardia sacó la porra y le dio un golpe en la pierna a uno de ellos. En cuanto se abrieron las puertas acompañé a tres amigas al interior, era preferible alejarse de ahí.

Como sardinas en lata, en el metro ya dirección Bilbao, la gente seguía exaltada. Y antes de llegar a Erandio comenzó una pelea entre dos chicos que estaban a mi lado. Por suerte sus amigos los separaron rápidamente.

Leo por twitter que fue un fracaso de la organización, que se vendieron más entradas de las debidas, que dejaron entrar a más gente de la que debían, que el trato del personal de seguridad fue lamentable. Yo no estoy de acuerdo en parte de las cosas. Hubo cosas que desde luego se debieron prever. En mi opinión uno de los desencadenantes del incidente de anoche fue que la gente se colase por la salida de emergencia. En las muchas veces que he ido a Sonora, siempre he visto empleados de seguridad en las salidas de emergencias, pero, si tal y como me comentó la gente, la gente entró en manada, un hombre poco pudo hacer contra eso.

Sobre lo que dice la gente que el personal de seguridad les empujaba he de decir que no se que esperan cuando un montón de gente, la mayoría ebria, intenta salir por donde les da la gana. A mí me empujaron, pero lo hicieron para quitarme del medio y ponerme en un sitio donde dejase pasar a la gente y no me sentí para anda agredido, pero ¡oye! Igual es que yo soy un tío raro.

Otra de las cosas con me explico lo que ocurrió anoche es el refrán “Quien con niños se acuesta, cagao se levanta”. Los viernes en Sonora están orientados para universitarios que apenas llegan a la veintena.

Espero que de todo esto desde Sonora reflexionen sobre lo ocurrido, porque desde mi punto de vista, el sitio es increíble y sería una lástima que sucesos así se repitiesen dañando la imagen de la sala y llegando incluso a ocasionarles multas o cierres como ya ha ocurrido con otros locales.